Saldón, un remanso de autenticidad entre las cumbres de los Montes Universales, despliega sus encantos bajo la sombra protectora de la imponente sabina albar. Este árbol, testigo silente de los siglos, tiñe los paisajes de un verde plateado, indicando la presencia de uno de los bosques de sabinas más extensos de España, donde cada rama parece contar historias de climas continentales y épocas olvidadas.

Al adentrarse en Saldón, se despiertan las huellas del siglo XVI, cuando la iglesia de la Asunción se erigió en el llano. Aunque el tiempo ha dejado su marca, las bóvedas de crucería en dos tramos de la nave central aún sostienen la esencia de antaño. La ermita de la Santa Cruz, testigo de tiempos pretéritos, asoma su torre cuadrada como guardiana del pasado parroquial.

La arquitectura civil revela la historia del pueblo: el ayuntamiento con su lonja de arcos cegados, la fuente con su pilón acunado bajo un arco sencillo, y la Casa Grande, erguida junto a la iglesia, narran capítulos de la vida cotidiana.

En las afueras, la ermita de San Bartolomé, patrón venerado, invita a la reflexión. Saldón, entre sabinas milenarias y construcciones de antaño, ofrece un refugio donde el tiempo parece detenerse, dejando que el susurro del viento entre las hojas de las sabina albar cuente la historia del pueblo que reposa bajo su sombra.

Un rincón auténtico que invita a explorar los secretos de los Montes Universales, donde cada rincón es una página en blanco dispuesta a recibir las huellas de quienes buscan la conexión con la naturaleza y la esencia de un pueblo que perdura en el tiempo.